lunes, 2 de enero de 2012

LYNN MARGULIS


Uno de los primeros recuerdos que tengo de la carrera es de mi primera clase de Biología Celular. Era en una sala con estructura de anfiteatro romano, con grandes ventanales, asientos de madera maciza dispuestos en filas muy juntas, una gran pizarra que ocupaba la pared, y un profesor de pelo y bata blancas que esperaba a que nos sentáramos con una sonrisa. Olía a madera antigua, a suelo gastado y a sabiduría. Al menos a mí me parecía estar entrando en un gran templo donde me aguardaban las respuestas a múltiples misterios.
Y no me decepcionó. En esa primera clase, o en una de las primeras, escuché por primera vez los conceptos de Endosimbiosis y Simbiogénesis, teorías que explicaban la formación de las células eucariotas, las que tenemos todos los animales y otros muchos seres vivos: con su núcleo, citoplasma, y membrana que lo encapsula todo. Según esta idea, el material genético "extra" que encontramos dentro de nuestras células, que no corresponde al núcleo, es en realidad de origen bacteriano. Por ejemplo, en el caso de los animales viene a decir que el origen de nuestras "fábricas" de energía celulares que son las mitocondrias es una bacteria que se "fusionó" con las células originales. Esto no pasó con las células de los primeros humanos, sino con organismos que vivieron hace millones de años a partir de los cuales hemos surgido el resto de animales. Para las plantas sucedería algo parecido con los cloroplastos, que son las estructuras que facilitan la fotosíntesis, con su propio ADN, independiente del ADN del núcleo de la célula de la planta. De hecho, hay múltiples ejemplos claros en insectos, algas y otros pequeños organismos, pero la verdadera revolución ocurrió cuando estos conceptos se extrapolaron a las células de todos los seres vivos, a su funcionalidad y evolución.
A parte del asombro de que nuestras células fueran una suerte de vehículos para bacterias, recuerdo mi impresión al saber que estas ideas las había recopilado y difundido una mujer: Lynn Margulis. En una época en la que los referentes científicos que la mayoría teníamos eran siempre hombres, fue una alegría darme cuenta de que las mujeres también podían estar en la élite científica, más allá de Marie Curie.
Lynn Margulis falleció el pasado 22 de noviembre. Tenía 73 años, demasiado pronto para alguien tan lúcido y tan activo. Alguien que había sido tan transgresor y multidisciplinar. Se lleva mucho ahora ese término, pero en su caso no responde más que a la curiosidad genunina y la capacidad de formarse y dominar varias ramas de la biología.

Lynn Margulis nació en Chicago en 1938, y a los 14 años ya ingresó en la Universidad de Chicago, donde estudió Biología. Tras un Master en la Universidad de Wisconsin realizó el Doctorado en la Universidad de California, Berkeley. Su trabajo se centraba en aspectos de genética pues era el conocimiento que se necesitaba para desentrañar los procesos evolutivos. Sin embargo, pronto se interesó por el origen y evolución de las células, dándose cuenta de que la clave estaba en los microorganismos. Hasta entonces, los biólogos que estudiaban bacterias derivaban todos de la medicina o la tecnología de los alimentos, pero ella fue de las primeras en poner a los microorganismos en el mapa desde otro punto de vista, la evolución, la reproducción sexual y la biosfera en general.
Su curiosidad la llevó a cuestionar el valor de las mutaciones dentro del proceso evolutivo, postulando que el origen de animales, plantas, hongos etc. se debe a procesos de cooperación y asociación entre bacterias (la simbiogénesis), argumentando que esta asociación el motor principal de la evolución. A lo largo de su productiva vida científica abordó temas como el origen de la vida, la clasificación de los seres vivos, la hipótesis de Gaia junto James Lovelock (la idea de que la tierra entera es un "superorganismo"), y el sentido de la reproducción sexual de los organismos.
Sirvan estas líneas como homenaje no sólo a Lynn Margulis, sino a todas las mujeres investigadoras de la historia y en especial a aquellas que curiosean, que no se desaniman, que se implican y se aventuran a bucear en las fronteras del conocimiento.


Fuentes: elpais.com ; Antonio Lazcano Araujo Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM);
entrevista por por Francesc Mezquita y Antonio Camacho, Departamento de Microbiología y Ecología e Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva, Universitat de València; Wikipedia

2 comentarios:

  1. Las ideas de Margulis (que, por cierto, estuvo casada con uno de los grandes de la divulgación científica, Carl Sagan)supusieron un gran avance conceptual en nuestro conocimiento de los procesos de evolución celular, como bien comentas. Pero lamentablemente Margulis también es un ejemplo de lo pernicioso que puede ser el que un científico trate de encajar en su teoría más de lo que esta admite (Margulis trató de llevar el principio de evolución por endosimbiosis a grupos más y más complejos, con argumentos menos y menos sólidos, y a menudo sin pruebas de ningún tipo). Es una lástima que sus últimos años de vida se hayan visto marcados por una polémica como la de PNAS, donde actuó de editora de un artículo muy muy cuestionable que proponía que la metamorfosis en insectos había evolucionado por hibridación entre onicóforos y algún taxón de insecto alado. La hipótesis es poco defendible, como muchos otros han comentado luego, pero como apoyaba sus ideas, no dudó en seleccionar referees sesgados y llevar acabo una labor editorial que ha sido duramente criticada.
    Pero bueno, todo buen escribiente echa un borrón. Hay que valorar las aportaciones de Margulis en su conjunto, y no solo por las últimas fases. Haciéndolo así, desde luego que el balance científico es incuestionablemente positivo.

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  2. Jo, no me había enterado de la polémica de PNAS (ni tenía ni idea de qué era un onicóforo)... nadie es perfecto, jeje, pero quizás a veces es mejor atreverse a proponer teorías inverosímiles si realmente te las crees (mientras que estés dispuesto a que te las rebatan y aceptar los argumentos elegantemente) - y ciertamente el conjunto de sus aportaciones creo que es significativo, sobre todo teniendo en cuenta la época que le tocó vivir. Consiguió que se la reconociera por sí misma, no sólo por ser "la mujer de" - o "la ex-mujer de"... ¡y eso ya es un triunfo!

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